Tenía yo la costumbre profesional de comer a mediodía viendo el telediario, con auriculares para poder escuchar las noticias del mundo, pero de un tiempo a esta parte y de bocado en bocado, me sorprendo a mí mismo arrancándome con gesto mecánico dichos auriculares, al no poder aguantar el ritmo trepidante de las idioteces informativas, y mucho me temo que de seguir así pronto terminaré apagando el aparato, que es más sencillo y no exige llevarse las manos a la cabeza. Al menos hasta después de las elecciones municipales y autonómicas, o de las generales si le cojo gusto al alivio de la desinformación. El adjetivo trepidante, al que son muy aficionados los cineastas, los escritores y los periodistas, exige que las cosas sucedan con mucha rapidez, movimiento y emotividad, a ritmo muy elevado, y como los políticos se han contagiado de esta manía propia de las discotecas, hasta la apacible crema de puerros vichyssoise me trepida en el plato.
Trepidante
Palma10/05/23 0:29
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1 comentario
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Muy acertado su artículo Trepidante. Me encanta su estilo misantropico.