Las cosas están tan chungas en este planeta que, según avanzaron algunos clásicos de la ciencia ficción, es el momento de que algunos humanos del futuro viajen hasta este ahora tan aciago a fin de avisarnos del peligro y, en su caso, ayudarnos a salvar el pellejo en lo que sería el primer viaje en el tiempo. El problema es que no existe la primera máquina del tiempo porque si alguien inventase alguna en el futuro, automáticamente habría existido siempre, la de esos visitantes salvadores sería como mucho la segunda y, por tanto, ya estaríamos enterados.
La otra solución clásica al apocalipsis es una invasión extraterrestre con malas intenciones porque entonces la humanidad se uniría como un solo hombre (o mujer, o persona queer, o lo que sea), a fin de plantar cara y derrotar a esos cabrones galácticos. No todas las narraciones posapocalípticas optan por este remedio, y sé de muchas que simplemente consideran que todos los individuos posapocalípticos están locos como cencerros, incluso si el apocalipsis real todavía no ha sucedido. Pero bueno, es la única hipótesis de salvación que nos queda. En nuestros dirigentes y líderes no podemos confiar, tampoco en nuestros futurólogos y filósofos, ya que según la espléndida frase de Charles Laugthon en Testigo de cargo, son todos «como un náufrago agarrado a una hoja de afeitar».
Mejor confiar en la mala baba de los extraterrestres, que nos espabile bien espabilados. Siento mucho arrebatarles esa última esperanza, no es mi estilo, pero los extraterrestres tampoco nos salvarán. Ignoro cómo son ellos, pero nosotros somos como somos, y si los extraterrestres son impredecibles, a los terrícolas me los sé de memoria. Muchos aprovecharían la confusión para hacer negocios (venderles cosméticos, armas, hidrógeno verde, fondos de inversión o bollería industrial a los alienígenas), otros para ajustarles las cuentas a sus enemigos geopolíticos (en la mortandad global ni se notaría), y naturalmente, siempre hay que contar con un alto porcentaje de traidores, tontos y sicarios del invasor, ya por creer que tienen las de ganar, ya por convicción interplanetaria. En fin, que así tampoco. Y disculpen la mala noticia.
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