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En vísperas de unas elecciones en las que los sondeos de intención de voto proyectan el mensaje de un posible cambio de ciclo político es fácil entender que sean muchos los comentarios acerca de lo que cabe esperar de ese cambio y en qué debería consistir. Es un clásico. Y raro es el político que, cuando encabeza las encuestas, se libra de consejos sobre lo que debería hacer en los primeros cien días de su gobierno. Le está pasando a Alberto Núñez Feijóo y no a Pedro Sánchez, lo cual es todo un síntoma de por dónde sopla el viento.

En el caso de Feijóo hasta que hace unos días anunció que se comprometía a derogar algunas de las leyes más polémicas, incluso dañinas, aprobadas por el Gobierno Sánchez durante esta legislatura: Igualdad, ley Trans, Memoria Democrática, Educación, etc.

Durante la pasada campaña de las elecciones locales y autonómicas Núñez Feijóo había resumido esa intención en un lema: «derogar el sanchismo». Fue muy criticado desde diversas instancias –no todas próximas al Gobierno– en la medida en la que la generalización amparaba dudas acerca de algunas de las leyes o normas aprobadas durante los últimos años que quizá era razonable mantener, caso de la subida del salario mínimo, las pensiones o la reforma laboral.

Se puede entender que la anticipación de las elecciones haya pillado a la oposición con el pie cambiado, y lo que era tarea a concretar en siete meses ha pasado a ser urgencia con apenas siete semanas por delante.

Siendo en estos momentos prioritario el cambio sobre cualquier otra consideración, conviene recordar que hay cuatro años por delante y lo razonable es ir conociendo las líneas esenciales del programa del cambio. Derogar, sí, aquellas leyes que se han demostrado dañinas como la del ‘solo sí es sí' o restaurar el delito de sedición y volver a las penas por malversación o enmendar la Ley de Educación.