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No es tan conocida como la realidad aumentada, ni tiene su prestigio tecnológico, pero es la que manda y con la que convivimos a diario. Me refiero a la realidad disminuida, que además de angosta también es menguante, y de proseguir reduciéndose pronto no cabremos todos en ella. Ni siquiera el planeta cabrá. Los individuos ya en peligro de exclusión social, una vez definitivamente excluidos pasarán a la irrealidad, es decir, se convertirán en datos. Porque esta realidad disminuida (RD) que intento explicar, lo es entre otras cosas por la gran acumulación de datos, que no deja sitio a la gente y en algunas zonas y habitáculos urbanos, ni siquiera permite estirar las piernas. La breve porción de realidad que por nacimiento nos corresponde, de por sí bastante esmirriada, merma a ojos vistas con grave riesgo de ser expulsados a la irrealidad, donde ya habita más de la mitad de la humanidad. Que lógicamente sólo tiene ideas, pensamientos y apetitos irreales. Y mientras nos hacinamos en la realidad disminuida, la aumentada campa a sus anchas gracias a la tecnología. No me extrañaría que entre ambas existiera un sistema como de vasos comunicantes, y lo que de un lado se vacía del otro se llena, pues si algo hemos aprendido de la gran literatura universal es que entre la realidad y la irrealidad hay un paso. Y también, cómo no, que suele ser el poder quien determina qué es real y qué no, y qué tipo de realidad le toca a cada uno. Hubo un tiempo en el que tocábamos a mucha, lo cual suele ser devastador, y ahora parece que tocamos a poca (no hay más que oír los discursos políticos, o los análisis sociológicos), lo cual no sé si es peor. Demasiada realidad mata, pero basta un poco de irrealidad para volverte tarumba. La realidad aumentada, por su naturaleza hiperbólica, genera una geometría no euclidiana muy sinuosa donde no existe la línea recta, y hasta las tacitas de té se deforman. La disminuida (que es la que manda), por el contrario, excluye por irreal e imposible casi cualquier cosa razonable que pretendas, lo que limita mucho los movimientos. Total, que entre la una y la otra, hasta las narices estamos ya de jodidas realidades. Y no te digo de irrealidades.