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do a menudo que el número de cosas que no existen supera con mucho al de las que existen, parece que tengo una manía con este tema. Y como las cosas que no existen no dejan de aumentar, y la proporción es ya de cuatro a uno, es difícil que me libre de ella. Porque las cosa que no existen, o existen poco, de forma intermitente y fugaz como las partículas elementales o ciertos elementos de la tabla periódica, así como las que de existir existen mal, por ejemplo la separación de poderes o el progreso indefinido (o los callos a la manera de Oporto cuando te los sirven fríos), a veces estallan, igual que los agujeros negros y las opiniones de la gente. Opiniones no hay ni media docena, y bastante flácidas; sin embargo, todo el mundo cree tener muchas, siendo así que son algo que se improvisa sobre la marcha según modelos antiquísimos, para salir del paso. Yo mismo soy de la opinión de que el tiempo no es nada, y sólo existe en el cerebro de los seres humanos, como la Venus del espejo y los logaritmos. La medida de algo que hemos decidido medir, a fin de hacerlo soportable. Y aun así, fíjense la cantidad de teorías y literatura que ha generado, y los destrozos que provoca cuando te estalla en la cara. Menos mal que las opiniones tampoco son nada. La piedra filosofal, la quintaesencia, la supersimetría y el entrelazamiento cuántico, así como el concepto de infinito, son cosas que no existen, o existen poco y mal, meros subproducto de cuando adquirimos el don del pensamiento abstracto, y menudos disgustos nos dan. Casi tantos como el alma humana, que no sólo no existe, sino que es el cuerpo. Algo parecido a la inteligencia artificial, mito moderno, que es una máquina numérica. Y pese a no existir, al alma humana dio lugar a los clérigos, y luego a los psicólogos. Que han convencido a la gente de que tiene psicología, algo muy complejo, y de que existe una ciencia que se ocupa de eso, y lo explica todo. No me caben aquí todas las cosas que, sin necesidad de existir, configuran y dirigen el mundo y nuestras vidas. Sólo intentaba desahogarme, a ver si se me pasa la jodida manía de hablar de cosas inexistentes. Como un político adocenado, qué ordinariez.