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Este año se celebran los 125 años de ciclismo balear. Los primeros velódromos mallorquines fueron raras estructuras provisionales o fijas, montadas, pongamos por caso, en el primer huerto claro que alumbraba la población. Por aquel entonces algunas sociedades velocipédicas, junto con ciclistas que enseñaban o alquilaban los biciclos y los ayuntamientos (Pollença, sa Pobla, Manacor, etc.) fueron quienes promovieron estas infraestructuras básicas para la práctica. Bastantes pueblos mallorquines tuvieron su velódromo. En Felanitx en 1892 se levantó uno en la falda del Puig de Sant Nicolau, nada menos que un año antes de que se inaugurara el primer velódromo en Barcelona. El de Manacor (1893) tuvo como alma mater al procurador Galmés y cuatro años después el municipio construyó otro, lo que elevó mucho el interés por el ciclismo en la comarca de Levante, sobre todo en Artà donde se construyeron velódromos provisionales y finalmente, en 1926, el de Son Taiet donde se forjaría un gran corredor, nos referimos a Bartolomé Flaquer.

En Campos, por poner respecto a Artà otro ejemplo geográficamente opuesto, tres aficionados (Ballester, Jordá y Ginard) elucubraron la idea de proyectar un velódromo. Corría 1933 y sin ayuda (ni local ni gubernativa) adquirieron estos compadres una finca de 8.500 m2 en la salida de su pueblo. Basándose sobre todo en los velódromos de Manresa y de Tirador comenzó a trabajar el maestro de obras Mascaró que concluyó la obra en 1935. La inauguración de aquella instalación fue apoteósica: Miquel Bover (padre), Pou, Flaquer, Pons (Buguero), Llodrá, Miguel Llompart, Torrens, José Juan, Chumet, Taberner (Chutet)… animaron como nunca la velada. Posteriormente hubo una carrera de principiantes y victoria de Guillermo Ollers. Ya en Palma el primer velódromo sensu stricto fue el de Son Espanyolet; se inauguró con brillantez en 1893 gracias al capital que puso la sociedad Veloz Sport Balear, institución que a partir de 1899 inicia la construcción del famoso velódromo de Tirador donde el ciclismo mallorquín «alcanzaría la gloria».

Por otra parte, los velódromos tuvieron, lógicamente, sus antecedentes y también sus empresarios, siendo algunos de ellos ciclistas veterano como los hermanos Iglesias o como el celebérrimo Gaspar Font, organizador de algunos centros ciclistas o salones o pistillas en los que sentaba cátedra sobre el difícil arte de montar o fantasear en el velocípedo. Algunas de estas academias del pedal (la de s'Hort del Rei o la de Felanitx) contaron con pistas rudimentarias pero eficaces para alcanzar velocidades de vértigo. Como van ustedes viendo, muchos velódromos tuvo Mallorca hasta el punto que en 1941, el general Uzquiano, de la Casa Civil de Franco y presidente de la Unión Velocipédica Española (UVE) alabó la pistas isleñas respecto a las del resto de la Península y llegó a decir que por sus velódromos «Mallorca era el emporio del ciclismo en España». Este artículo lo he escrito bajo la tutela de Gonzalo Pampín, desde la románica Allariz: él es quien más sabe de la historia de nuestros velocípedos de antaño y hogaño. Va por usted, querido amigo.