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La generación de mis hijos es la primera en España que en los últimos 300 años ni ellos ni sus padres han vivido una guerra en el país. La guerra interna, española, no ha estado en la conversación cotidiana en los hogares. Unas de las guerras menos conocidas, sobre todo, fuera del País Vasco y de Cataluña, son las guerras carlistas.

Estas guerras se desarrollaron sobre todo en el siglo XIX y respondían a una disputa dinástica por el trono y a una confrontación entre liberalismo y tradicionalismo, éste último simbolizado en la expresión ‘Dios, patria, rey’ que contenía los elementos inmutables de lo que debería ser España.
El frente de rechazo que ha generado Pedro Sánchez en la derecha clásica solo tiene explicación si pensamos que su gravísimo pecado es que ha atacado a los principios básicos de la tradición ‘Dios, patria y rey’, simbolizados hoy en ‘familia, nación y Estado’. Porque en el ámbito de las políticas económicas y sociales pocos pueden discutir los resultados de este gobierno. La deuda exterior ha caído del 100 % del PIB al 60,5 %, se ha subido el salario mínimo, se ha consensuado una reforma laboral, estamos en números de récord de afiliados a la Seguridad Social, se han reformado las pensiones, se ha consolidado el ingreso mínimo vital, etc.

Pese a todo esto, existe un lenguaje incendiario y barriobajero para desacreditar a Sánchez. Y es que, todo esto es peccata minuta, comparado con la traición, con el ataque a la patria (sus relaciones con Bildu y ER), a Dios (las leyes sobre la sexualidad en distintas formas) y al Rey (por frivolizar con la forma del Estado o por ocuparse solo de los españoles de un bando).

Como la derecha (el PP y Vox) ha salido muy fortalecida en las últimas elecciones, está muy claro que va a atacar a fondo a Sánchez desde un patriotismo tradicional que no admite intérpretes distintos de los que siempre han manejado los valores esenciales del país, esto es, Dios, patria y rey.

Por otra parte, en las filas socialistas no hay un verdadero entusiasmo ni un cierre de filas en torno al líder porque Sánchez obliga a una parte de la izquierda a aceptar líneas de gobierno muy alejadas de las habituales. Me parece que es la primera vez que en una contienda electoral una parte del socialismo considera que el problema es Sánchez, aunque los pactos PP-Vox unen a la izquierda, y en la que la masa principal de votantes de la derecha considera a Sánchez un traidor, incompatible con el país.

Añoro la época de la Transición. Fraga y Carrillo, por mencionar a dos símbolos, jamás se cruzaron los insultos de ahora entre Sánchez y Feijóo.