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Los endiablados resultados del 23-J han vuelto a ofrecer una oportunidad a los apologetas de la gran coalición, entre los que se incluye, parece ser, Felipe González. Dicen estos abanderados del sentido común y de la moderación que el PP y el PSOE deben ponerse de acuerdo y ensayar alguna fórmula de gran coalición. Ello tendría la ventaja de alejar a los extremistas de los centros de decisión y conduciría a una fértil época en la que la concertación entre los dos principales partidos de izquierda y derecha permitiría sacar adelante, con un gran consenso, importantes reformas en beneficio de todos los españoles, dejando de lado nuestro ya consustancial frentismo.

Suena genial, ¿no? Pues bien, estos argumentos olvidan una consecuencia importantísima y muy poco deseable, desde el punto de vista de la moderación y el centrismo, que a mi juicio es lo que explica las enormes resistencias que tanto PP como PSOE presentan frente a los cantos de sirena de la gran coalición. Y es que formar un gobierno PP-PSOE supondría regalarle el título de jefe de la oposición, que no es poca cosa, precisamente al líder de uno de los partidos extremistas a los que se pretendería orillar con la operación. Con los resultados del 23-J, esta influyente posición recaería en Santiago Abascal. Porque, no lo olvidemos, liderar la oposición es la antesala a gobernar. Hasta ahora, España ha conseguido que los partidos sistémicos y moderados se turnen limpiamente en el Gobierno gracias a que no han tenido que ceder a otros el liderazgo de la oposición. Es un privilegio del que no disfrutan otros países de nuestro entorno, como Francia, con Le Pen esperando su momento desde la comodidad de que, después de Macron, solo queda ella.

La fuerza del bipartidismo reside en que, mientras uno de los dos grandes partidos está en el Gobierno, el otro lidera la oposición y se erige en alternativa para hacerse cargo del país cuando el Ejecutivo caiga. Si se forma un Gobierno en el que participen, sea cual sea la fórmula, el PSOE y el PP, ¿qué pasará si las cosas van mal y el Ejecutivo se estrella? Después de toda la legislatura ocupando el foco para criticar al Gobierno, ¿quién va a rentabilizar el descontento ciudadano en las siguientes elecciones?