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Hace unos años, el trayecto de Santa Ponça a Palma suponía un cuarto de hora en coche. De Ciutat a Andratx, veinticinco minutos. Que se pasaban en un suspiro a poco que te pusieras la radio. Una de las decisiones más importantes que toma uno en esta vida, la de comprarse una vivienda, se basa en los trayectos que hay que hacer de casa al trabajo. Es una cuestión de tiempo, pero también de dinero: ni la vivienda de Andratx es especialmente asequible, ni el gasto en gasolina. De estas cuentas que hice han pasado once años. El otro día me topé con la nueva realidad: la autopista de Andratx a Palma está completamente atorada. Un atasco de una decena de kilómetros. Y no fue a causa de un accidente, ni un hecho puntual. Es así desde hace meses. Los compañeros de IB3 pierden las horas en la carretera, gran idea la de colocar los estudios en Santa Ponça. Lo que antes suponía quince minutos, ahora cuesta una hora de trayecto. Una hora. Tampoco hay carretera alternativa, la carretera antigua de Palma Nova también se atasca en busca de los listos, entre los que me incluyo, que intentan sortear el embozamiento. Tal vez nos falta la conciencia de que Mallorca, y Palma, han crecido de una manera abismal. Que a los más de 400.000 habitantes de Ciutat hay que sumarles los de Llucmajor, Marratxí y la zona de Andratx y Calvià. ¿Hablamos de medio millón de personas? ¿Cuántos turistas habría que añadir a la ecuación? O empezamos a pensar en transporte colectivo de macrociudad o sospecho que nos quedaremos sumidos en un atasco infinito.