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La alarma cunde entre los vecinos del Passeig Marítim de Palma. Su asociación está preocupada. Por un lado se desarrollan las macroobras de remodelación de la zona, impulsadas por la Autoritat Portuària en colaboración con Cort. Pero en paralelo va en aumento un problema de descontrol y vandalismo, de borracheras callejeras y de aparente dejadez administrativa, una degradación que podría crecer a medida que se acerque la hora de la inauguración del proyecto. El nuevo Passeig Marítim está llamado a ser el emblema de la ciudad. Y sin embargo hay temor a que se convierta en una repetición de los peores puntos negros de s'Arenal. Es preciso reaccionar. Aún se está a tiempo de conseguir una fachada marítima de primerísimo nivel, envidia de todas las urbes costeras con categoría internacional y turística. Para ello es imprescindible un plan global impulsado por Cort que ate de forma contundente la unidad de acción entre instituciones y resuelva el futuro. Este plan debería desarrollarse a partir de varios ejes. Por un lado, potenciar la seguridad con presencia permanente de fuerzas policiales, evitando botellonerismos, delincuencia y máximo respeto al mobiliario público, con especial atención a los ataques de grafiteros vandálicos. Y, a su vez, vigilancia de horarios de los locales de ocio, así como de ruidos, compaginado con una constante acción de mantenimiento de las áreas ajardinadas, embelleciéndolas de manera constante. No puede haber abandono institucional ni por un segundo. Y controlar con energía el tráfico rodado, manteniendo las limitaciones de velocidad y paliando los efectos de las bocinas, además de máxima instalación de semáforos. El futuro del Passeig Marítim depende de este plan, capaz de avanzar hacia la hoy por hoy utópica meta de que Palma vuelva a ser algún día la inigualable urbe de la calma.