En el contexto, surge el relato de un individuo dispuesto a sumar su grano de arena y embarcado en la causa de reducir los niveles de carbono en el aire. El escenario se sitúa en Mallorca, donde este protagonista se desplaza en su vehículo eléctrico.
En un momento de su paseo, con la batería del coche flaqueando, recurre a la aplicación de la empresa pública Melib, para encontrar el punto de recarga más cercano. La aplicación le indica el SMAP de Parc de la Mar y se dirige hacia allí. A pesar de encontrar una plaza disponible, la falta de cobertura impide la autorización para recargar. Una carrera contra el tiempo hacia una zona con mejor señal sigue y, minutos más tarde, llega la decepción al encontrar el equipo de recarga inoperativo.
Ante la búsqueda de respuestas, el punto de información en SMAP es ciego ante las preocupaciones, dirigiendo la atención a un número de atención al cliente de Efimob, la empresa gallega que recibió la asombrosa cifra de 266 mil euros en financiación pública para este servicio.
Las llamadas al número en cuestión se encuentran con la misma respuesta automatizada, alegando que el sistema funciona, mientras que la realidad es otra. El estacionamiento se convierte en un pago por tiempo inútil, sin poder cargar el vehículo eléctrico.
La odisea continúa con un constante cambio de ubicaciones y puntos de carga, desde la calle Conquistador al paseo de Mallorca pasando por la avenida Jaime III, frustrándose por problemas técnicos, falta de disponibilidad o, en algunos casos, vehículos no eléctricos ocupando los espacios asignados. Incluso la intervención de los agentes de la ORA no brinda alivio, ya que la responsabilidad de la ocupación indebida de espacios asignados para vehículos eléctricos se evade.
Al final del día, nuestro protagonista se ve enfrentado a la cruda realidad: la intersección de factores tecnológicos, infraestructura insuficiente y falta de coordinación ha resultado en un viaje fallido. Entre los nombres de SMAP, Melib, Ingeteam y Efimob, empresas tanto públicas como privadas que se extienden desde Mallorca hasta el País Vasco a través de Galicia, el coche eléctrico permanece sin carga. Finalmente, se opta por dejarlo en casa, ya que la isla de Mallorca aún no está preparada.
Este relato ejemplifica con detalle los desafíos reales y las frustraciones que enfrenta la movilidad eléctrica en Mallorca, a pesar de las intenciones y los avances tecnológicos. La transición hacia una movilidad sostenible es una necesidad que implica voluntad política, innovación tecnológica constante y compromiso ciudadano.
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