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Rebuzna con la boca bien abierta el presidente de la patronal de bares y restaurantes, un tal José Luis Yzuel al que tengo el gusto de no conocerlo personalmente, que «en hostelería siempre se ha trabajado media jornada, o sea de 12 a 12». Es decir, en su opinión la jornada entera serían 24 horas, sin posibilidad de dormir ni de comer que eso es de marqueses o de burros presidentes de patronales que se llevan las manos a sus partes pudendas cuando celebran un gol de la selección. A primer golpe de comprensión lectora, Yzuel te produce la impresión de que no ha pegado golpe en su vida, algo que sinceramente me hubiera encantado a mí. Pero, claro, el presi se considera un ciudadano ejemplar que abre la puertas a las señoras o cortésmente les lanza un piropo, pero no considera personas y sí esclavos sin condiciones laborales justas al personal de hostelería que se desvive por sueldos que no sobrepasan en mucho los mil euros. Que estas cacicadas se hayan hecho toda la vida no significa que se tengan que prolongar en el tiempo y, por supuesto, habla lo suficiente del endiosamiento de muchos empresarios. Cuando los ciudadanos dicen «hasta aquí hemos llegado» este tipo de asnos con corbata los tildan de vagos y otras lindezas semejantes porque adónde va a ir España con semejante ganado, qué futuro le espera a este país con esta desganada juventud. No hay que estudiar carrera para entender que si el horario laboral de ocho horas no es suficiente y el trabajador ha de realizar horas extra, significa que existe un déficit de personal cuya solución es muy sencilla: si una empresa desea dar un servicio durante equis horas y no puede dar un horario adecuado al trabajador, necesita ampliar la plantilla. No hay vuelta de hoja. No hacer una pataleta como un crío de pantaloncitos cortos que llora a mami por una piruleta más.