Son legión los buenos pintores, y los malos, que han pasado por Mallorca, especialmente a principios del siglo XX por la zona de Pollença y Valldemossa, embelesándose por la luz (siempre la luz) y los paisajes eternos -que esos sí que deberían ser memoria histórica- de la serra de Tramuntana, con sus olivos retorcidos, sus calas cristalinas y sus cantiles ante los que se acogotan los pinos de fina estampa. Por la serra de Tramuntana pasaron pintores excelentes, como Antonio López Torres en 1941, tío del pintor español más importante que tenemos en el siglo XXI, me refiero a Antonio López García, con quien tuve la suerte de pasar unas horas hace poco; fue acompañándole, a petición suya, a comprar fruta glaseada en Casa Mira (calle San Jerónimo) y luego a adquirir dos palmeras en la pastelería El Pozo de Madrid, una para él y otra para mí (pagó él). Me señaló, don Antonio, los alerones y buhardillas, en la calle Victoria; es decir, la fachada de la pensión en la que vivió cuando estudiaba con penalidades económicas en la Real Academia de Bellas Artes. Torcimos la rúa y fuimos luego a la Puerta del Sol, donde don Antonio -a quien también le gusta lo suburbano edilicio- buscó un punto de luz y una perspectiva, y ya aclarado el Maestro con su sextante mental, unos meses después se puso con el caballete en ese preciso punto a crear puntillosamente -como en El sol de los membrillos- una escena matritense que pronto se convertirá en icónica y que esperamos ver lo antes posible.
Pintores manchegos y Mallorca
Palma27/09/23 0:29
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