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De verdad que me sorprendió que Feijóo afirmase durante su fallido debate de investidura que contaba con los votos suficientes, pero que por dignidad no los quería. Desconocía esa faceta de comediante del candidato a la oposición Feijóo que provocó una buena sarta de risotadas, lo cual es de agradecer. Oiga, que con esa cara de plasta me era imposible vislumbrar el artista que lleva en su interior. Me hubiera gustado estar allí para aplaudir a rabiar esa vena humorística y recomendarle una serie de garitos por Palma donde podría llevar a cabo sus monólogos sin tensiones ni malos entendidos, puro jolgorio exacerbado, que es lo que parece que le gusta. No me cuadraba que un fulano hiciera perder el tiempo de esta manera a la nación que ama tanto y se prestara a ese esperpento si no se está promocionando como monologuista ya que como político tiene los días contados (chupar del bote es otra cosa; ahí señor Feijóo puede seguir abriéndose camino aunque supongo que ya lo ha barajado). Pero no se apure, es un comediante de los buenos y no tendrá problemas en encontrar un hueco en el club de la comedia. Tal vez el amigo Marcial podría echarle un cable ya que posee una cartera con muchos clientes que se le rifarían para amenizar las veladas en sus yates de lujo. Sin embargo, pese a colocar el listón alto, no fue lo mejor del debate sino cuando en un alarde de cualidades jamás vistas se sacó de la manga lo del calendario de subidas del SMI y lo dijo con la seriedad propia del mítico Eugenio contando chistes, sin ningún temblequeo de labios lo cual tiene un incalculable mérito, usted que votó en contra de aquella iniciativa por «electoralista». No sé dónde he visto que usted es como Bruce Willis en aquella película de M. Night Shyamalan, El sexto sentido. Todos sabemos que está muerto menos él.