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La intensificación del conflicto en Oriente Próximo –ha existido siempre– vuelve a poner de manifiesto lo poco y mal informada que está la mayoría de la población. Vale que es un asunto que apenas nos roza más allá de la vertiente humana, pero tiene una importancia notable que debiera merecer cierto conocimiento básico. Las redes sociales bullen con el intercambio de mapas que, supuestamente, demuestran la existencia de un Estado palestino décadas atrás, cuando es obvio que jamás ha existido. Los que confunden la nomenclatura de Palestina –región geográfica– y ese supuesto país son legión, igual que los que confunden israelíes con judíos, cuando en Israel conviven judíos, musulmanes, cristianos e incluso budistas, hinduístas y ateos, todos ellos con pasaporte israelí. En general se aprecia una total ignorancia sobre la historia antigua y, más flagrante aún, de la reciente. Para quienes sienten curiosidad por saber más y se resisten a leer, que es la madre de todo conocimiento, les puedo recomendar una serie de Netflix relativamente reciente (2015) que nos permite adentrarnos en la calles, las casas y las mentes y corazones de quienes disputan esa tierra con ferocidad: judíos y palestinos. Se llama Fauda, que en árabe significa caos, y retrata con realismo la vida cotidiana de musulmanes –cuya existencia está regida minuto a minuto por preceptos religiosos–, miembros de Hamás y agentes hebreos que tratan de desmembrar a la organización terrorista en Cisjordania. Un rosario de devastación, dolor y venganza que solo conduce a una espiral de violencia interminable. Puro realismo por lo que estamos viendo, ahora ya no en la ficción, sino en los medios de comunicación a diario. Auténtico caos.