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Obsesionado con las negociaciones para la investidura, Pedro Sánchez ha dejado en un segundo plano las obligaciones que se derivan de la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Le está faltando liderazgo en la crisis provocada por la guerra abierta entre Israel y Hamás, en la que los principales dirigentes de Occidente –desde el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al canciller alemán, Olaf Scholz, o el primer ministro británico, Rishi Sunak– han viajado a Israel y los dos últimos a Cisjordania y Egipto.

Días atrás, a iniciativa del presidente galo, Enmanuel Macron, los mandatarios de Francia, Alemania, el Reino Unido e Italia firmaron un comunicado explicitando su apoyo a Israel al tiempo que recomendaban a Benjamín Netanyahu contención en la respuesta militar al ataque terrorista de Hamas. Marginaron a Pedro Sánchez, sabedores de la debilidad que se deriva del hecho de qué en el Gobierno que preside hay varios ministros contrarios a las tesis de Israel.

Tan escorado está en ese registro el Ejecutivo que una de sus componentes –Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales– exige que España rompa sus relaciones con Israel. Es un caso que llama la atención por lo que tiene de surrealista pues la posición oficial del Gobierno español está alineada con el resto de gobiernos de la UE que desde el primer momento condenaron la matanza perpetrada por Hamás defendiendo el derecho del Estado de Israel a defenderse. Enfrascado como está en las negociaciones para lograr el apoyo de los separatistas –Junts y ERC– y teniendo amarrado el de EH Bildu, no se atreve a llamar a capítulo a la ministra Belarra porque es la cabeza de lo que queda de Podemos y tiene cinco diputados en el Congreso.