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Una pequeña empresa de diseño de Barcelona ha creado dos ‘modelos’ por inteligencia artificial que ya están ganando cuatro mil euros al mes a base de mostrar lencería femenina en una web de pseudoprostitución al estilo de OnlyFans. El reportaje en la prensa nos vende la iniciativa como un logro porque el realismo de las criaturas es tal que reciben mensajes asquerosos a diario, entre ellos cuatrocientos de espontáneos que al ver lo buenas que están quieren quedar con ellas. No son personas, ni siquiera personajes, solamente son imágenes creadas por ordenador, naturalmente siguiendo con precisión todos y cada uno de los requisitos físicos que exige el hombre promedio en este planeta: alta, delgada, guapa, tetona y con el culo respingón. Y lo mejor de todo: calladita. Es decir, un grupo de jóvenes diseñadores lanza una iniciativa que a priori podría ser interesante y lo único que se les ocurre es clonar a las Kardashian, quitarles la ropa y exhibirlas medio desnudas para obtener dinero. En fin, es tan lamentable que les animaría a que también se pongan en la esquina de su edificio a vender marihuana, otra forma fácil y rentable de ganarse la vida. Hasta ahora millones de influencers o aspirantes han intentado captar la atención del público en las redes sociales para venderles viajes, productos de cosmética, ropa, complementos de moda, dietas, restaurantes… lo que sea. Son maniquíes al servicio de las marcas. Nada nuevo bajo el sol. Con estas nuevas creaciones artificiales están perdidos. Ya no hará falta que estas pobres influencers vayan al gimnasio durante horas, sufran de hambre para mantenerse delgadas, estén al día en depilación, maquillaje, manicura y pedicura y gasten millones de trapitos.