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Para reducir las tasas de paro, el Gobierno propone que el parado que se reincorpore al mercado laboral pueda seguir cobrando una gran parte de la prestación por desempleo y retirársela progresivamente. Se lo ha sugerido la OCDE para animar a todos aquellos a los que llaman del SEPE y rechazan puestos de trabajo. Y digo yo si no sería mejor incentivar a los que curran, aumentando salarios, valorando más la cualificación e impulsando verdaderas medidas conciliadoras.

A mí lo de dar sueldo y subsidio me parece que es como querer que tu hijo deje de fumar comprándole un váper para que lo alterne con el cigarro. La coherencia mandaría que le quites el tabaco y le mandes a practicar deporte, a ser posible al aire libre. Así que lo más lógico sería retirar la subvención al que descarte un empleo acorde con su formación. Podemos incluso darle la opción de dos o tres rechazos, que ya es mucho. Menos mal que la OCDE, en un atisbo de lucidez, también ha tirado de las orejas a España por ser blanda con los que prefieren cobrar ayudas sin pegar chapa y le ha recomendado un endurecimiento, centrado en la disponibilidad, la proactividad y las sanciones para el que quiere tiempo libre remunerado a costa de la fiscalidad que soportan los que trabajan. Algo tan lógico que hasta el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, lo defendió hace unos meses. Eso sí, le llovieron las críticas de los que creen ver en ello un ataque a los derechos, a la izquierda y al sindicalismo, cuando es simplemente defender la igualdad e ir contra los jetas.

Lo que el mercado laboral español necesita es cuidar a los que ya trabajan, sobre todo a los del sector privado y a los autónomos, que son, junto a los empresarios, los que sostienen a los parados, a los políticos y el presente y futuro de los empleados públicos. Hay que hacer compatible la productividad con el teletrabajo y la flexibilidad horaria, pero, sobre todo, dignificar las retribuciones, especialmente en un contexto de inflación galopante que nos ha hecho perder mucho poder adquisitivo. A pesar del gran incremento del salario mínimo en la última legislatura (un 47 % en los últimos cinco años), el sueldo medio en España sigue bastante alejado de los grandes países europeos, un 21 % por debajo de la media de los 27, según el Monitor Anual de Adecco, y sólo por delante de los países del Este de Europa. La formación no está suficientemente premiada en nuestro país, donde hay que vigilar también los contratos que para ahorrar en retribuciones se camuflan en categorías profesionales que no corresponden con las funciones exigidas en el puesto de trabajo.