TW
1

Desde una perspectiva mallorquina, y situándonos por encima de ideologías, hay que aprovechar la buena voluntad del nuevo ministro de Cultura, Albert Urtasun, de exhibir obras del Museo del Prado en toda la periferia española «en nombre de la cohesión territorial y la igualdad de las personas». Hay que aprovecharlo para, conforme a este sagrado principio igualitario, intentar recuperar los Bous de Costitx, hoy expuestos en el madrileño Museo Arqueológico Nacional, y que fueron expoliados de Mallorca hace ya más de un siglo, pagando Patrimonio Nacional una humillante miseria por llevárselos.

Pero más vergonzoso es aún el caso de la espada, el yelmo alado y una docena de piezas atribuidas a Jaume I y su época, que Cort exhibía cada 31 de Desembre. Celoso de todo hecho diferencial, Fernando VII ordenó que las piezas fuesen enviadas a Madrid en 1832, durante la reaccionaria Década Ominosa. El llamado Rey Felón no podía consentir que se venerasen en la lejana Palma símbolos que pusieran a Jaume I por encima de él.

Ahora que en Madrid parece que tenemos un ministro sensible a hacer justicia con los bienes culturales, ¿no ha llegado la hora de que el president del Consell, Llorenç Galmés, y el alcalde de Palma, Jaume Martínez, apoyados por la oposición y dejando a un lado intereses de carnet, se pongan en pie y reclamen al descentralizador ministro Urtasun la devolución de unas obras definidoras de la personalidad propia mallorquina? Tanto los prehistóricos Bous como la espada del Conqueridor tocan de lleno la conformación de la idiosincrasia de nuestro pueblo. En Madrid, ni valoran, ni promocionan, ni aprecian estos bienes. Sólo los acaparan. Tenerlos aquí, superar aquel expolio, supondría honrar nuestro pasado y nuestros principios fundacionales como sociedad. Sería como recuperar nuestro honor.