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Decía que Oliver Stone sugiere en su película (1991) que hubo un complot para matar a Kennedy en 1963. Unos meses antes, al despedirme para ir al instituto, mi madre me dijo que había empezado la tercera guerra mundial. Apenas me centré en las clases, pero al volver a casa, encontré a mis padres charlando como si nada; inmediatamente pregunté por la guerra. Ya no hay guerra, dijeron. La crisis de los misiles de Cuba se había resuelto. La programación de televisión en esas primeras décadas, era aburrida, incluyendo un adormecedor programa de plantas a cargo de un cura con alzacuellos y todo, llamado Mundina. El asesinato hizo que me pegara al nuevo televisor. Johnson estaba nerviosísimo. El periodista Philip Shenon afirmaría luego que el vicepresidente estaba ansioso por hacerse inmediatamente cargo del gobierno. Incluso juró el cargo en el propio avión. Recuerdo perfectamente la imagen: Jackie está a su izquierda, su esposa, algo detrás y a su derecha. Al acabar, gira la cabeza por encima de Lady Bird, más baja, sonríe e intercambia una mirada de complicidad satisfecha con el congresista Albert Thomas, de negro y pajarita que le giña un ojo. Todos los presentes menos ellos dos tienen rostros desencajados. Desde ese momento pensé que Johnson estaba involucrado. ¿Pero, quién quería matar a Kennedy y por qué? Pues todos. Los militares estaban tan furiosos que el presidente tuvo que llamar, saltándose la cadena de mando, a los pilotos que sobrevolaban Cuba y ordenarles que, si les disparaban, lo negasen y declarasen que eran impactos de pájaros. En su discurso de fin de presidencia, el general Eisenhower advirtió del peligroso poder de los militares vinculados a la industria militar y su capacidad de influir en las libertades y en el proceso democrático. El plan de retirada de soldados de Vietnam en dos años ponía en peligro el negocio bélico y las inversiones de los bancos. Además, Kennedy pensaba emitir 4.000 millones de dólares con respaldo de plata y oro para limitar el poder de la Reserva Federal en manos privadas (Rockefeller, Morgan, Rothschild). La CIA odiaba a Kennedy, que quería dar transparencia a la agencia; además se negó a usar la fuerza aérea en apoyo del desembarco en Cochinos. Según el embajador Sulivan el odio entre Hoover (FBI) y Kennedy era mutuo. Los supremacistas blancos odiaban su aproximación a Martin Luther King al que asesinarían también. Al día siguiente del funeral, Johnson firmó el Acta secreta 273 anulando la política sobre Vietnam. Otra de sus primeras medidas fue pedir 9.000 millones de fondos extra para la guerra de Vietnam. La CIA continuó siendo opaca. La Reserva Federal siguió en manos privadas. Hoover fue nombrado director vitalicio del FBI, y para asegurar que las cosas no volvieran a torcerse, Robert Kennedy fue también asesinado cuando, tras sus discrepancias con Johnson, se postuló como candidato a la presidencia. Esta vez el muerto, y nunca mejor dicho, se lo cargaron a otro ‘lobo solitario’, el palestino Sirhan Sirhan. El porqué del atentado hoy parece claro. De que arma salió la bala es lo menos relevante.