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En la columna del 12 de noviembre preguntaba: ¿Dejarán, otra vez, que el sionismo mate o expulse a los 2 millones de personas prisioneras en Gaza? Seguimos ante el horror, llevado hasta el límite de la crueldad y la devastación. El ímpetu asesino del sionismo los lleva incluso a disparar a los suyos con bandera blanca. Es un acto calificado como «error» solo porque los muertos son sionistas, pero no cuando se trata niños, incluso bebés, si son palestinos. La situación se extiende también por Cisjordania y por los territorios ocupados.

Las sanciones siguen brillando por su ausencia. Nada que ver con los increíbles paquetes de medidas que hemos visto en otros casos. La Unión Europea no ha sido capaz de pedir un «alto el fuego» y el Estado español tampoco ha tomado ninguna medida, ni siquiera ha suspendido la cooperación en materia de armamento con la entidad sionista.

Sin embargo, el nombre de España sí aparece en la lista de Estados que forman la nueva coalición anunciada por Estados Unidos y que hará frente a las fuerzas yemenís para tratar de impedir que sigan bloqueando en el mar Rojo a los barcos que nutren el sionismo y el genocidio. ¿La fuerza y la coerción que no se ejerce para detener la masacre de la población palestina, se dirige contra quienes sí hacen algo para detenerlo?

La complicidad de los Estados occidentales con el sionismo resulta cada vez más evidente y abre espacios de reflexión. ¿Es asumible todo este horror y la absoluta impunidad con la que se pretende llevar a cabo?