Estamos perdiendo el sentido del humor. Aquello de que todo lo que digas puede ser utilizado en tu contra, ha dejado de formar parte de la ficción cinematográfica. Hemos llegado a una situación de polarización –que dicen los sociólogos- en la que si haces una broma, molestas a unos y si haces la contraria, los ofendidos son los otros. Muchos ya han optado por no hacer nada ni decir nada para no agraviar a nadie.
Una de las características que ha identificado a Mallorca ha sido su peculiar sentido del humor, el llamado humor mallorquín. El arte del humor produce una sonrisa y la sonrisa refleja salud. Dicen los neurólogos que la risa es la mejor medicina y espejo de la salud que activa el sistema inmunitario. Y yo digo que una persona que siempre tiene cara de palo no es una persona sana y tiene muchas probabilidades de no ser feliz. Estoy convencido de que el humor produce alegría y la alegría felicidad.
Los medios de comunicación, que reflejan el estado en el que se encuentran las sociedades, ya no tienen secciones de humor. Las viñetas sarcásticas casi han desaparecido, las televisiones han eliminado de los programas de humor, apenas se hacen películas de risa. Bajo la disculpa de la ofensa, el agravio, el racismo y el discurso de odio, ya no podemos reírnos de nuestras propias carencias, burlarnos de nuestras diferencias, jactarnos de nosotros y de los otros.
¿Te imaginas a nuestros políticos riéndose en medio de un pleno del Parlament? Sería noticia destacada, portada de medios de comunicación. Porque los políticos que dicen que nos representan ya no sonríen, han perdido el sentido del humor y eso no es nada sano. Lo malo es que en política la falta de humor se contagia a la población. Tal vez seamos nosotros los que tengamos que contagiar a los políticos para recuperar el humor mallorquín.
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