El ajedrez es el más violento de los deportes, decía Garri Kasparov, y seguramente tenía razón. Yo la única vez que he tenido ganas de matar a alguien practicando deporte fue durante una partida de ajedrez la mitad de la cual me la pasé haciendo corretear a mi rey por todo el tablero. Eso sí, por muy violento que sea, lo que es duro, el ajedrez dejó de serlo bastante cuando empezó a permitirse que entre movimiento y movimiento los jugadores se levantaran de sus asientos, se pasearan por la sala y hasta tuvieran donde estirarse. Antes, una partida de ajedrez era tan dura como un viaje en autobús de la misma duración. Y todos sabemos lo que es un viaje en autobús por una de esas interminables autopistas que cruzan los países en las que se suceden las áreas de descanso sin que el conductor haga siquiera amago de detenerse.
Más dura que la caída
Palma25/01/24 0:30
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