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En el ejercicio del poder, antes o después, todos los políticos cambian de opinión y se desdicen de algunas de sus promesas y compromisos. Pero no hay precedentes similares a la trayectoria de cambios y engaños de Pedro Sánchez. Cambios de criterio impulsados por un afán de poder que resulta inquietante y porque trasladan la imagen de que es un político capaz de todo y para el que no existen líneas rojas.

Sobre la marcha le hemos visto cambiar de opinión al respecto de cómo había que proceder ante el desafío de los separatistas que impulsaron el intento sedicioso del ‘procés'. Ha pasado de apoyar la aplicación del Artículo del 155 a pactar con ellos, indultar a los cabecillas, modificar el Código Penal, suprimir el delito de sedición, rebajar el de malversación y culminar su contorsionismo con el proyecto de Ley de Amnistía que garantiza la impunidad a personas encausadas por su participación en diversos grados en el golpe sedicioso.

La amnistía era una de las ‘líneas rojas' que una y otra vez tanto Sánchez como alguno de sus ministros y corifeos habían dicho que jamás se cruzarían.
Y ¡vaya que sí se han cruzado!. Hasta un extremo conceptual que se adentra en el surrealismo argumentando que hay ‘un terrorismo respetuoso con los derechos humanos'. Se lo hemos escuchado decir al ministro de Justicia, Félix Bolaños, repetir a otros ministros y justificar a los medios de comunicación que aplauden este tipo de pretendidos hallazgos de la ingeniería jurídica al servicio del objetivo primordial de Pedro Sánchez en este momento: amnistiar a Carles Puigdemont, el prófugo de la Justicia cuyo partido tiene en el Congreso los votos que necesitan el Gobierno y sus socios para sacar adelante los Presupuestos.