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El nombre oficial de la capital de Les Illes Balears ha sido fuente de discusiones en el ámbito político desde que el Parlament aprobase en 2006 la Ley de Capitalidad de Palma de Mallorca, sí, de Mallorca.

Al margen de la variedad de argumentos para defender un nombre u otro, la discusión ha venido enfrentando a las fuerzas políticas ubicadas en el centro derecha contra las adscritas en la izquierda, fuese soberanista/nacionalista o no.

Puede resultar incomprensible para muchos ciudadanos que el añadido se identifique con el centro derecha, y el Palma a secas con la izquierda, discrepancias entre partidos, que no entre los habitantes del municipio, cuya mayoría observan este debate desde la indiferencia.

Mi conclusión es que la adición ‘de Mallorca’ parece ‘españolizarla’. Aquellos partidos que defienden con más ímpetu un proyecto común de España están cómodos con la referencia insular, y razonan bajo el pragmatismo, en cambio desde un punto de vista catalanista o soberanista indican que sólo se genera confusión con nombres de fuera de los territorios de habla catalana, y que, por lo tanto, lo rechazan. El trasfondo es, entonces, la teórica catalanización del nombre de la ciudad.

En el debate parlamentario desde las posturas soberanistas se indicaba que añadir ‘de Mallorca’ supone una subordinación y dependencia de Madrid. La realidad es que no fue una recuperación del nombre romano por iniciativa popular, sino una imposición de Madrid en 1715, a través del decreto de nueva planta de Felipe V, con el objetivo a la sazón de la nueva monarquía borbónica de castellanizar la Administración, y que, a buen seguro, debieron pensar que era más práctico poner Palma en lugar de mantener el ‘Ciutat de Mallorca’ establecido por Jaume I tras la Conquista en 1229.

Por su practicidad se ha defendido por quienes, ante el doble uso del nombre de la ciudad en las últimas décadas, se pretendía institucionalizar ‘de Mallorca’ que desde la invasión musulmana en el 902, cuando la denominaron Madina Mayurqa -Ciudad de Mallorca-, ha tenido la ciudad, para evitar confusiones, sí, en todo ámbito, pero con una explicación significativa, como es su incidencia en la principal industria de la ciudad, el turismo, y recientemente, por la mejor visibilidad en un entorno de globalización como el que vivimos. Si algo queda claro es que cualquiera de los dos nombres es de origen ‘españolista’ y no ‘catalanista’.

Esta legislatura hay una mayoría diferente a la del 2016, cuando se volvió a eliminar el ‘apellido’ del municipio, y que, si no hay iniciativa a su modificación, traerá la pacificación definitiva del nombre oficial, consolidando el impuesto por Felipe V, entre otras cosas, porque el movimiento soberanista nunca ha planteado en esos debates recuperar ‘Ciutat de Mallorca’ y los ‘populares’ darán por superada esa batalla, centrándose en otros temas de mayor interés ciudadano.

Al margen de lo explicado, nunca he entendido esa animadversión de algunos al nombre que desde que nací pone mi DNI como mi lugar de nacimiento, ya que existen fórmulas para combinar un uso conjunto de ambos nombres.