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Estaba yo viendo el canal informativo de televisión y leyendo la prensa, a fin de empezar el día como un ciudadano cívico y consciente de la actualidad, cuando percibí que con estas labores se me estaba agriando el carácter, se me caía el mundo encima. Y como total estaba leyendo, y una cosa lleva a la otra, cambié de texto y de contexto, estiré la mano y cogí el libro de la noche anterior. La tele siguió a la suya, informando sobre los avatares de esa ley que, si bien es un tostón, su espíritu es ya la leche. Pero no hablemos de espíritus. El libro era Lo que sabe la señorita Kim, de la coreana Cho Nam-joo, reciente fenómeno literario. Pero aunque los relatos son excelentes, y muy coreanos (lo que necesitaba para recuperar el ánimo), como una cosa lleva a la otra, a las veinte páginas me entraron ganas de guisar un estofado cheonggukjang, con kimchi de rábano picante, arroz y tortitas de calabacín. Salté de inmediato a la cocina para ver cómo andaba de ingredientes, y aunque me faltaba doejang, pasta de soja fermentada, tenía solomillo de cerdo, tofu, caldo de verduras, salsa picante casera, kimchi (de procedencia china, eso sí) y, cómo no, arroz y calabacines. Calculé que si no un cheonggukjan exacto, bien podía guisarme uno aproximado, y a ello me puse. Aporté a la receta dos cucharadas de yogur, porque en lo referente a fermentados, mejor que sobre a que falte. Y como una cosa lleva a la otra, y ya se me había ido la mañana, me lo zampé. Magnífico, me quitó el regusto matinal a informativos. Incluso a la señorita Kim le habría gustado. Luego hice una larga siesta, porque con el cuerpo lleno de fermentados, sesteas mejor. Me tomé entonces unos tragos para espabilar, y dado que lo uno lleva a lo otro, encendí el portátil para escribir un párrafo. Este. Que ignoro de qué trata y qué significa, lo que al menos me garantiza no haberme equivocado. Y como siempre que redacto me entran ganas de leer otra cosa, a ser posible muy frívola, tras una cena liviana (sin telediario), reservé a la coreana y seguí leyendo la última novela de Eduardo Mendoza, titulada Tres enigmas para la Organización. Un buen día, en conjunto. Pero claro, a saber dónde me llevará esto.