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Dice Don Quijote: «El intentar las cosas de las cuales antes nos puede suceder daño que provecho es de juicios sin discurso y temerarios, y más cuando quieren intentar aquellas a que no son forzados ni compelidos, y que de muy lejos traen descubierto que el intentarlas es manifiesta locura».
Quien tiene que gobernar no debe ser temerario (imprudente, insensato irreflexivo). No puede actuar de manera que sea mayor el daño que el provecho. Pedro Sánchez, primero, afirmó que en Cataluña había habido un delito de rebelión y un intento de golpe de Estado, pero, sin explicar el cambio, otorgó indulto a los sediciosos y reformó los delitos de sedición y malversación de caudales públicos para sacar de la cárcel a los condenados por la Justicia.
El 25 de julio pasado cambió de opinión sobre la amnistía sin ofrecer ninguna explicación salvo la tautológica de «he cambiado de opinión». Más tarde se burló del líder de la oposición, carcajeándose con risa sardónica (afectada, que no nace de una alegría anterior) porque no quiso ser presidente con esos infames socios.
Luego, su partido negoció con el prófugo Carles Puigdemont en Bruselas hasta el mínimo detalle de la auto amnistía. Y esta semana, en entrevista a un medio catalán ha afirmado que la ley de amnistía «apela a los valores de la Constitución». Debe de ser por esto que los independentistas la rechazaron, ante el asombro del ministro Félix Bolaños, el sastrecillo valiente, ¡pero si le hemos hecho el traje a medida que nos pidió! Ha tildado de «fachosfera» a toda la oposición. ¿Aceptaría que la oposición se refiriese a ese camarote de los hermanos Marx que nos gobierna como el «rojerío comunistoide»?
Según Sánchez, la ley de amnistía contribuye a la normalización de la situación en Cataluña pero los independentistas estaban de capa caída el 23 de julio y ha sido Sánchez quien les ha dado una nueva vida. Así, el presidente del Gobierno desprecia al 57 % de los catalanes fieles a la Constitución que se sienten abandonados frente al 26 % de los independentistas.
La única verdad de Sánchez es que necesitaba siete votos para ser presidente del Gobierno. Ahora sabemos que no los tiene garantizados. Junts puede hacer que todo el entramado se desmorone. Los de Junts dicen que no quieren contribuir a la gobernabilidad de España (supremo argumento de Sánchez) sino utilizarla para proclamar la independencia de Cataluña.
Como dice Don Quijote, hacer aquello a lo que uno no está compelido es manifiesta locura. Hacer depender la gobernabilidad de España de quienes quieren romperla es, desde luego, de una temeridad absoluta. El problema es que el daño no se lo llevará solo el temerario sino el país en su conjunto. Nadie va a ganar, todos perderemos.