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El sarampión se extiende por Europa y la tosferina por España. Cada vez son más los casos y las comunidades afectadas. La enfermedad va saltando de un territorio a otro y encuentra su caldo de cultivo en niños sin vacunar. La campaña de los antivacunas desde que apareciera la COVID-19 encuentra cada vez más adeptos, que se nutren de informaciones que circulan por las redes sociales, en las que supuestos expertos afirman que son enfermedades banales, cuando no hay nada más lejos de la realidad. Si los padres fueran conscientes de que tanto la tosferina como el sarampión pueden ser mortales o dejar secuelas gravísimas que van a provocar una discapacidad de por vida, seguro que dejarían de lado a esos gurús de la desinformación y vacunarían a sus hijos, porque estamos hablando de salvar vidas y de erradicar enfermedades que han vuelto gracias a estos grupos. Y ya que no hay vacuna contra la ignorancia, es necesaria una campaña de información seria y documentada que deje sin argumentos a los profetas del apocalipsis.