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Desde la mítica de 1956, hay varias películas más basadas en la novela de Tolstói. En un momento en el que se vocea insistentemente la palabra guerra, congratulan las lúcidas declaraciones de expertos como el diplomático Javier Elorza (Ultima Hora 8/03/24), en línea con lo que he publicado anteriormente: Rusia no tiene intenciones expansionistas. La UE carece de competencias militares ni rol propio -de hecho Elorza afirma que el tratado de paz se signará entre Rusia y EUA-, y que el conflicto deriva de la falta de respeto del acuerdo con Gorbachov de que no se pondrían bases de la OTAN cerca de la frontera rusa. Añade que Putin lo dejó claro en 2017: «No me pongan un puñal en la garganta». Señala que para Moscú, Bielorrusia y Ucrania no pueden tener un gobierno pro OTAN con misiles a 500 km, y que no estamos ya en un mundo unipolar, citando los numerosos países que no han secundado las sanciones. Tranquiliza su afirmación de que el escenario de guerra no está sobre la mesa. También el profesor Carles Manera (Ultima Hora 9/03/24) concluye que desde el punto de vista económico no se dan las condiciones para la guerra y añade: «Otra cosa es que locuras particulares nos lleven a una catástrofe». Pero los políticos reiteran en que no se puede perder esta guerra, aumentan el gasto en armas y planean el servicio militar obligatorio. Macron (Francia) insiste en mandar tropas contra los rusos y Sikorski (Polonia) lo considera una opción. ¿Por qué esa porfía bélica? ¿Estoy sugiriendo hacer concesiones territoriales? ¡En absoluto! Es posible encontrar fórmulas para una pacífica gobernanza global, con respeto a las personas, sus idiomas y al derecho internacional. Pero debe quererse la paz y cumplir con lo firmado ¡no cómo con los acuerdos de Minsk! Si despertamos cuando nos llamen desde el frente para decir que nuestro hijo ‘afortunadamente’ está vivo pero que le han tenido que amputar una pierna será demasiado tarde. ¡Ya basta de guerras!, es hora de paz.