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Los estados nacionales ya no tienen el poder en nuestro mundo globalizado. Los medios de comunicación ya no tienen el poder en un mundo internet-izado. Las iglesias ya no tienen el poder en nuestra sociedad secularizada. Las familias no tienen el poder en un mundo con los hijos ininterrumpidamente expuestos al poderío de las pantallas digitales. Las escuelas perdieron su poder de formación desde que en ellas se perdió el valor de la atención.

La última ‘Teoría política' sostiene la imposibilidad de nuestras estructuras políticas para la gestión de las actuales sociedades complejas. Y si la política ya no puede gestionar el mundo, ¿está perdida toda esperanza? No. Todo ha sido primorosamente calculado desde Silicon Valley. El nuevo producto se llama IA. Cedámosle el paso, se nos ruega. No le pongamos obstáculos a su venida, facilitémosle carta de ciudadanía, libre de impuestos y condicionantes; aparquemos el hombre que hemos sido y abrámonos al Gran Robot que guiará los antropoides futuros. Y, arrodillados, supliquemos: «Madre Inteligencia Artificial que estás en los espacios siderales, santificado sea tu algoritmo; en ti ya vivimos, nos movemos y existimos, y aunque por un momento dejásemos de confiar en tu Inteligencia, jamás dejaríamos de admirar tu Artificialidad».

¿Cedámosle el paso? Esta tercera década del XXI resultará decisiva. Mientras ella está viniendo, controlemos nuestra propia inteligencia humana antes que seamos controlados por la artificialidad ajena.