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El próximo domingo, 5 de mayo, la Plaça Major de Palma volverá a llenarse de orgullo en defensa de los valores fundamentales del Archipiélago en la tradicional celebración del acto final del Correllengua. La llegada de la antorcha honrará la pervivencia del idioma catalán en las Islas, cuya presencia es ya de casi ocho siglos. Este hecho incontrovertible ha logrado mantenerse en pie, generación tras generación, pese a los intentos de orillarlo e incluso aniquilarlo, que desgraciadamente aún no han cesado. La edición actual llega marcada por la zozobra. El PP-Balears, que en los años 80 derrochó sentido común para dotar de instrumentos legales a la protección de la lengua propia, se encuentra hoy atrapado de pies y manos por los reaccionarios de la derecha extrema, declarados adversarios de la dignificación de la lengua propia, protegida y preservada en el Estatut.

Los actuales tiempos de negros nubarrones recuerdan cuando el antiguo régimen dictatorial despreciaba todo lo que no fuese castellano. Hoy vuelven a peligrar valores irrenunciables. Está en juego la esperanza de consolidar un solo pueblo balear, enamorado de sus propios valores, coherente y solidario. Otros prefieren manipular la cuestión lingüística para trocear el cuerpo social balear en dos colectivos, forzándoles a ser cada vez más antagónicos. Cuando se trata de manejar una sociedad dividida los poderes e intereses foráneos lo tienen mucho más fácil. Por eso es tan importante que el acto del domingo sea un éxito. Haría reflexionar a quienes se rompen sumisamente el espinazo ante la reacción. El próximo día 1 arrancarán varias columnas desde las diferentes Islas para culminar días más tarde en la Plaça Major de Palma. Son tiempos oscuros, pero la lengua de Ramon Llull y Anselm Turmeda, de Joan Alcover y Costa i Llobera, de Rosselló-Pòrcel y Llompart vuelve a ponerse en pie. Y eso es lo más importante.