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La extrema derecha cuenta hoy con una fuerza juvenil impresionante. Y es que los jóvenes (sobre todo los varones) son, cada vez más, de extrema derecha. El origen de este fenómeno probablemente se halle en el foro de internet 4chan. Este espacio, que empezó en 2003 como lugar de encuentro de fanáticos del anime japonés, ha ido evolucionando hacia un submundo de hombres que han ido construyendo su propia identidad de «perdedores». Hoy, la gran mayoría de estos usuarios son varones desempleados o con empleos precarios, con escasa formación académica, que viven con sus padres y tienen poco o nulo contacto con mujeres. Son, efectivamente, los «perdedores del sistema», los marginados por la sociedad.

En el contexto subversivo de los movimientos antiestablishment como Occupy Wall Street, el 15-M o las Primaveras Árabes, los usuarios de este y otros foros similares comenzaron a reunirse online para criticar el sistema y proponer nuevas formas de hacer política. Así, y como reacción a los avances del feminismo de esa época, se fue desarrollando un masculinismo militante en esos foros. Fue creciendo una comunidad de resentidos misóginos. Estos usuarios vieron en la candidatura de Donald Trump la oportunidad para hacer retroceder el feminismo y tener un ‘hombre de verdad' en la casa blanca. Trump fue visto por estos jóvenes como alguien capaz de acabar con la tiranía de la ‘corrección política' impuesta por las élites cosmopolitas: Alguien con la suficiente valentía de decir las cosas tal y como las piensa. Con la victoria de Trump en 2017 este movimiento misógino se reforzó e, incluso, institucionalizó. Y se difundió rápidamente hacia el resto del mundo. También contribuyó, en mi opinión, el cine: en la famosísima película Joker, un hombre blanco pobre y socialmente marginado acaba convirtiéndose en el líder de la rebelión contra los ricos y los poderosos. Esta película, considerada por muchos una obra de arte, tuvo poco impacto en la izquierda. En cambio, mucha gente la interpretó como una oda a la rebeldía, pero una rebeldía distinta, una rebeldía antiprogresista; porque muchos jóvenes blancos en EEUU culpan al progresismo cosmopolita y postmoderno de su situación de marginación social.

La nueva derecha se centra en la batalla cultural y ha adoptado un discurso transgresor y antisistema que ha cautivado a muchos jóvenes. En España, el partido Vox y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (PP), se han aprovechado de la coyuntura para imponer un discurso basado en reducir el Estado a la mínima expresión y en combatir el feminismo, la inmigración y las leyes de memoria histórica. En mi opinión, estos discursos han embaucado a muchos jóvenes de clase trabajadora porque van en contra de la «corrección política», a la que ven como una forma de autoritarismo y censura. Y, sobre todo, han embaucado a jóvenes varones blancos pobres. También los han embaucado numerosos estafadores que a través de YouTube y otros medios propagan discursos misóginos y ultraindividualistas, y les explican que pueden dejar de ser unos fracasados ('panzas', ‘mileuristas') si hacen deporte e invierten en criptomonedas. Es duro admitirlo, pero muchos de nuestros jóvenes, sobre todo varones, llevan décadas abandonados a su suerte. Y eso les ha generado un odio y un resentimiento que los ha llevado a abrazar los postulados reaccionarios del postfascismo. La historia se repite.