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Multitud son los intelectuales que transitaron un tiempo por nuestra Isla. De lo que hicieron algunos, los más emblemáticos, tenemos bastante información (Rusiñol, Unamuno, Azorín o Darío, incluso de Valle Inclán); pero, por otro lado, son legión los que están en las tinieblas y por deslizar sobre la palestra. En efecto, hay una cultura mallorquina muy potente, pero es como la punta de un iceberg, por eso hay que ir sacándola con pinzas largas, y por eso hoy les voy a hablar de uno de esos artistas esfumados, perdidos en el tiempo histórico -tragados por la tierra-. Me refiero al extrañísimo caricaturista y escritor olotense Josep Maria Mir Mas de Xexàs (1900-1968) que anduvo, con aprovechamiento y para empezar, un año en Mallorca (1922), cumpliendo con la prescripción del servicio militar, y organizando su primera exposición pictórica. Posteriormente volvió varias veces a la Isla, sobre todo a Sóller (1930), en cuyo semanario solía escribir. Pintó muchos paisajes tanto de Olot, su tierra, como de Mallorca. Tipo raro, tenía un lenguaje artístico muy extraño, algo naif, personal y reconocible. De sus cuadros han sobrevivido pocos porque a partir de 1934 -trabajaba entonces, Josep, en el ayuntamiento olotense- su vida pegó un giro radical y desde ese momento se dedicó en plena Guerra Civil a quemar (casi como no consiguió Kafka) toda la obra escrita y pictórica suya que encontró, eso sucedió en 1936: finalmente fue internado en una especie de psiquiátrico de donde salió renovado, pero ya sin ganas de dibujar, aunque sí de escribir y de renovarse en una nueva etapa.

Excelente caricaturista, publicaba sus dibujos en la prensa catalana y fue premiado en el Salón de Humoristas de Barcelona: en aquellos tiempos era nacionalista (luego cambió de opinión) y siempre fue un promotor y crítico de arte de las vanguardias. Su período intelectual culminante surgió cuando por vez primera vino a Mallorca: frecuentó en Sa Roqueta los círculos artísticos e hizo muchos amigos, hasta el punto que cuando terminó la mili y tuvo que volver a Barcelona, en el vapor rápido Rey Jaime I, un grupo de colegas le ofrecieron un suculento lunch de despedida. En Palma expuso en la mejor sala de exposiciones de aquella época, en los salones de La Veda (abril 1923), mostró por allí cuarenta caricaturas de políticos, literatos y de todos aquellos personajes importantes de Mallorca. La muestra fue un gran éxito porque en todas las caricaturas se reconocía rápidamente y con gracia al retratado. ¿A quiénes dibujo y dónde están esas caricaturas? Pues es prácticamente imposible encontrar rastro de ellas; sí sabemos que le hizo una a Joan Alcover, otra a Tous i Maroto, también a Gabriel Alomar (la puede ver ustedes hoy junto a estas líneas) y a Juan March. En cuanto a sus óleos estos ya eran distópicos, inquietantes y hasta robóticos (hará cien años), veinte de ellos fueron expuestos en Palma en 1926. Él siempre estuvo muy a gusto en una Mallorca que definió como una Isla «muy humana y sencilla». Otros tiempos, otros intelectuales, otra sociedad, pienso que pudiera ser mejor que la de ahora.