Debemos administrar bien las palabras. Estas son necesarias en ciertas ocasiones, pero en otras, no. Cuando las palabras no son mejores que el silencio, conviene que este prevalezca. El silencio bien administrado es una pauta de sabiduría, siempre beneficiosa.
Sepamos dosificar debidamente palabras y silencios y la sabiduría de nuestro corazón irá en aumento.
Saber hablar y callar con prudencia es un arte. Quien lo sabe dominar, nunca se equivoca.
El habla y el silencio, adecuadamente combinados, generan un talante humano correcto y sabio que nos dignifica.
Procura que tus silencios sean más frecuentes que tus palabras. Si actúas así, casi siempre acertarás.
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