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Levantarte un día vistiendo dos piezas de pijama distintas es un despiste. Levantarte al día siguiente igual, es dejadez. Pero siempre todo es susceptible de empeorar. El otro día me levanté con dos piezas de pijama diferentes, una de ellas de verano y otra de invierno. Eso es de Champions. Imperdonable. Pero siempre puede ir a peor. Sonó el timbre y abrí la puerta. Era un chico simpático de Amazon que al verme dejó el paquete y salió corriendo porque muchos casos de asesinos en serie empiezan así. Con un tipo con dos piezas de pijama distintas abriendo la puerta. Antes de entrar en conflicto conmigo mismo abrí el cajón de pijamas y vi que había de todos los tipos y colores. Me dio por pijamas una temporada y compré como si no hubiera un mañana. El cajón estaba masificado. En resumen, me sobran pijamas. Hasta aquí la parte divertida del artículo. Ahora viene la otra cara. En las Balears sobran turistas. Aunque tal vez no es que sobren, es que vienen casi todos al mismo tiempo, van a los mismos lugares y entran y salen a las mismas horas. Los turistas hacen de turistas. Unos vienen a emborracharse y a pelearse, otros a jugar al golf, otros a montar en bici y otros a descubrir las playas y restaurantes. El problema es que primero vinieron los de sol y playa y les abrimos los brazos. Después vinieron los del golf y le abrimos los brazos, después los de las bicis y no dejaron de venir los que viajan para emborracharse y les dimos todo el alcohol que pudimos. Y ahora todos quieren más. Más golf, más playas, más bicis, más peleas y más alcohol. Y yo, que no soy de los más listos, no tengo ni idea de cómo se frena esto ahora. Y aunque haya alguien que le diga que sabe cómo hacerlo, no les crea. Es tarde. La Isla es un gran parque de atracciones y nos han convertido en parte necesaria de este circo. Así de real. Así de triste.