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El doctor en ciencias químicas se me ha marchado definitivamente a Alemania. Por comprensibles razones familiares, pero también como rechazo postrero al modelo turístico balear, del que abominó desde el primer momento del boom de los años 60-70 del siglo pasado. Paradójicamente, el autoexilio de mi amigo ha coincidido –día por día– con el nacimiento oficial del Pacte Polític i Social per a la Sostenibilitat, liderado por Prohens y acogido muy positivamente por la sociedad civil. Yo denosté duramente la turismofobia desde mi columna diaria en este periódico, pero es que ahora no se trata de eso. La presidenta no está contra el turismo sino que aboga por la reforma del sistema para que pueda seguir siendo el principal motor de nuestra economía. Si es que es muy sencillo: hemos llegado a un punto en el que el crecimiento desaforado no redunda en la mejora y el progreso de los isleños y residentes sino que nos merma renta y calidad de vida. El actual modelo –20 millones de visitantes para este 2024, a menos que el mundo estalle en mil pedazos, que esa es otra– solo beneficia a una minoría que no alcanza el 5 % de la población, mientras que perjudica al 95 % restante, así como al territorio y a la movilidad.

Será difícil torcer este rumbo pero el mérito de Prohens es el de haber liderado la iniciativa del cambio de modelo concitando, además, un consenso casi general. Los datos son elocuentes, aunque algunos ahora no quieran aceptarlo: en ocho años de armengolato se crearon 115.000 nuevas plazas turísticas y no se hizo casi nada para combatir la oferta ilegal. Dado que nuestra actual izquierda –aquí y en Madrid– no atiende a la realidad sino a la consigna y a la búsqueda de titulares, ahora dicen que el PP ha rectificado y que eso ya lo venían diciendo ellos casi desde la muerte de Franco. ¿Cómo pudieron rectificar, Company primero y Prohens después, desde la oposición? ¿Cómo pudieron haber hecho caso a las proclamas desaforadas y las propuestas radicales de los ultras de Més y Podemos que apostaban por alternativas drásticas que, además, eran y son inaplicables para un gobierno autonómico? Ara és quan empenyoren, decimos en buen catalán de Mallorca. Era el momento y Prohens lo ha sabido ver y dar el primer paso serio en decenios, conjurando la pasividad de la izquierda predicadora y buenista que, como los clérigos de no hace tanto, solo atiende al púlpito.