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De la importancia histórica de las cintas en el vestuario, da idea que cuando el poeta romántico Gerard de Nerval, una gélida noche de 1855, se colgó de una reja en el callejón de La Vieja Linterna de París, llevaba en el bolsillo del chaleco una cinta del corsé de madame Maintenon. Algunos, sin duda críticos literarios o periodistas chismosos, aseguran que no en el bolsillo, sino que se ahorcó con ella. El tercer tomo de Historia técnica y moral del vestido, de la enciclopédica Maguelonne Toussaint-Samat, empieza destacando el papel decisivo de esas cintas más o menos de adorno desde tiempos de Luis XIV, si bien esas bandas estrechas de tejido, a veces con bordados asombrosos, ya aparecen en los bajorrelieves mesopotámicos. Cierto, más que un gran invento, esto de las cintas en la ropa (y en las zapatillas, los sombreros, el pelo, en todas partes) parece una tontería, decorativa pero tonta, cuya profusión sacaba de quicio a Molière. Pero qué sería de la humanidad sin tonterías. Y sin adornos.

Hasta la filosofía zozobraría, perdería sentido. Qué digo hasta la filosofía, hasta la teología. Y desde luego, las matemáticas, que apenas se sostienen por la cinta para el pelo, y están llenas igualmente de vistosos encajes, volantes, plisados, festones, bordados, puntillas y lazos, como las leyes de la naturaleza. En su Fisiología del vestir, ya Balzac comienza hablando de la corbata, la cinta más inútil, de la que asegura que es al traje, y al orden social, lo que la trufa a una cena. Por algo milenios antes, los maestros bordadores chinos añadían al simbolismo imperial de sus cintas de seda extraordinarios bordados de dragones, grullas y murciélagos rosa. Un trabajo lento de infinita paciencia, enormemente significativo. Porque si no nos fascinasen tanto las hermosas fruslerías, y les dedicásemos tales energías, probablemente nunca habríamos inventado los números primos, ni la metafísica, ni la IA. Ahora las cintas en la ropa no están de moda; salvo los delantales de los chefs y ciertos ornamentos sagrados, casi han desaparecido de la indumentaria. De ahí el empobrecimiento del lenguaje, las crisis de civilización y que ya no haya poetas perturbados como Nerval.