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Llega el fin de semana y ya estamos dando rienda suelta de nuevo a todos nuestros malos sentimientos ¿Que toca Gran Premio de Fórmula 1 en Mónaco? Ojalá Verstappen se la dé con el guardarraíl y quede eliminado en la Q1. ¿Empieza Roland Garros? A ver si a Djokovic lo echa un donnadie en primera ronda. ¿Vuelve a haber jornada de Liga? Pues que pierda otra vez el Barsa. Nada me gusta más que desmentir el tópico: eso de mens sana in corpore sano que no se cansan de repetir los apologetas de la práctica deportiva es una patraña.

El deporte es la principal coartada de la que más a menudo nos servimos para justificar nuestras mezquindades mentales más íntimas. Gracias el deporte descargamos de una manera natural todas nuestras fobias y le deseamos mal a todo aquel que no nos cae bien. ¿Y nos sentimos apesadumbrados por ello? No, porque es así como funciona la cosa. Nada de remordimientos. En el fútbol, además, hasta está bien visto que puedas desear que alguien pierda su trabajo. Te enteras de que al vecino del quinto lo han despedido del suyo y te sabe mal aunque con él no hayas pasado de un buenos días en el ascensor, pero anda que no te alegraste el día en echaron a Luis Enrique de seleccionador. Total, solo es deporte.