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Estuvo brillante Churchill cuando dijo que «el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con un votante promedio». Pues, la sacrosanta actividad democrática del sufragio está pensada para ser ejercido con responsabilidad; lo que implica una información suficiente y una mínima actividad reflexiva, que si no se dan, la elección realizada pierde todo el sentido, aunque difícilmente perderá la validez efectiva. Ya que generalmente se está ante un resultado que se tiene por válido y que es defendido hasta lo inverosímil por sus beneficiarios. Cualquiera que hayan sido las circunstancias de su formulación, con tal de que no se hayan roto las apariencias elementales de corrección. (Como sería romper las urnas, falsear groseramente los escrutinios o hechos semejantes). La moral del éxito rige en esa importante institución. Así quien gana en número de votos, de facto gana también la razón. Viene a ser una especie de ordalía moderna. Una institución jurídica vigente durante la edad media, consistente en interpretar mágicamente acontecimientos ritualizados de los que se infería la culpabilidad o inocencia del reo. Todavía se habla de poner la mano en el fuego y no quemarse como forma de expresar que como que se tiene razón o es cierto lo que se afirma, Dios hará que esta se ponga de manifiesto a través de un prodigio.

El agudo Churchill, a quien se le atribuyen muchos dichos o aforismos, después de una de cal tiene otras de arena; como que «la democracia es el peor de los sistemas de gobierno a excepción de todos los demás». Ciertamente, porque no puede ser de otra manera si se quiere mantener la igualdad hipotética ante la ley y el principio de un ‘hombre un voto’. Aunque tampoco es toda la verdad. Pues la conclusión es que el proceso de toma de decisiones democrático tiene una serie de deficiencias de difícil si no de imposible solución; que, entre tanto, deben ser compensadas por una actitud leal y un proceder de buena fe. Materiales que escasean por los andurriales de la política.

Si el resultado de la mera aplicación del método democrático de decisión es bueno por definición poco se podrá hacer por su corrección. Con estas premisas la asamblea de atenienses que condenó a Sócrates, contrariamente a lo que opina la historia, debería considerarse justa, por el mero hecho de haber sido tomada la decisión mediante el procedimiento democrático de votación para la adopción de acuerdos.