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Pues nada, en este año 2074 en el que ahora nos encontramos, se ha celebrado una vez más el festival de Eurovisión, cita obligada para los amantes de la música y de las últimas tendencias que después de unas cuantas temporadas de decadencia en las que apenas nadie le prestaba la debida atención, ha vuelto a resurgir de sus cenizas como en sus épocas más clásicas, convirtiéndose de nuevo en la cita de referencia que siempre ha sido y que siempre ha esperado ser. En este año 2074, y como hecho aislado y excepcional, la polémica ha acompañado a las actuaciones de tal o cual país, cuyas canciones representaban según algunos sectores poblacionales representativos una afrenta a los valores más importantes y con la mayor de las relevancias, por lo que la organización se ha visto obligada a suavizar el tono de las mismas y a no emitir de forma oficial las partes más comprometedoras y las palabras de más ambiguo significado, mientras que el país ganador ha triunfado con un tema que porta ecos de las composiciones más clásicas y festivas de esta cita multicultural y diversificadora y diversificativa, al tiempo que por supuesto reivindicaba los nuevos tiempos y visibilizaba esta nueva realidad en la que vivimos ahora mismo, en 2074, donde a este festival tan importante a nivel global y de la realidad que nos rodea y nos preocupa día a día, se le vuelve a reconocer por fin la relevancia que siempre ha debido tener, que por algo es una de las cosas más importantes de las que se puede hablar ahora mismo.