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Cuando empecé en esto del periodismo los entrenadores parecían mis abuelos. Con el paso de los años la distancia se fue reduciendo, después se igualó y ahora me encuentro que son más jóvenes que quien suscribe. Supongo que es una forma como cualquier otra de valorar lo rápido que pasa el tiempo. Aunque como digo muchas veces, yo dejé de cumplir años para sumar temporadas porque así el pasado parece más organizado. No sé qué hacía cuando tenía 40 años ni dónde vivía, pero si voy a la base de datos y observo la temporada y sobre todo concreto el nombre del entrenador, soy capaz de recordar hasta qué cene un día lluvioso de abril. Desconozco qué pasará en el futuro porque no depende de mí, pero como no voy a hacer mucho para que cambie mi situación, igual me planto en los sesenta, dentro de algo menos de una década, entrevistando a entrenadores de veinte años. Porque me da la sensación de que todo va muy rápido. También ocurre en política. Antes que entrenadores tuve trato con muchos alcaldes y también les veía muy mayores. Y muy listos. Fueran del partido que fueran. Me acuerdo especialmente de Pep Roig, que fue alcalde de Porreres. Una mañana quedamos para una entrevista y le encontré midiendo con una pequeña regla o navaja, no me acuerdo muy bien, si la capa de asfalto que situaban los operarios sobre la calle era del espesor pactado. La situación ha cambiado, pese a lo preparados sin duda que están los alcaldes de hoy en día. Antes era otra forma de hacer política o de administrar los ayuntamientos, sin tantos medios y sin tantos jefes de prensa que se olvidan de lo importante que es medir la capa de asfalto antes de comunicar que se ha asfaltado la calle.