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Trump es el primer expresidente de EEUU condenado. Compró el silencio de la actriz porno Stormy Daniels y seguro que hay individuos en nuestro país que lo admiran aún más; individuos que se hacen fotos con genocidas, un auténtico pase de gol a Rufián: por no trabajar, se apunta a un bombardeo. Fotos que antaño se hicieron con Trump que, demostrando que no tenía ni idea de quién era aquel españolito de barba afilada más parecido a un moro que había visitado EEUU con la misma intención que tuvo Aznar hace dos décadas de codearse con los más «grandes», dijo: «Me han dicho que el número dos de España y pronto el número uno, Abascal». Es una frase que resume la ignorancia de Trump en asuntos internacionales y que, además, no le importa nada. Pero bueno, no quita que haya un tipo de gente que lo siga venerando, más cuando se trata de líos de faldas, de haberse comportado como un machote en su retrógrado código ético. Y en este orden de cosas es normal que ese tipo de gente se dedique a boicotear el Congreso y a soltar exabruptos como si estuvieran en los toros o pertenecieran a los ultrasur. Con ello justifican un día de trabajo: ¿Qué has hecho hoy en la oficina, cariño? Oh, pues he gritado como un chimpancé. Como se ve de lo más normal que un condenado por maltrato interpele a Yolanda Díaz y se quede tan ancho cuando le pintan la cara, porque tan solo se trataba de un poco de acoso y unos ataques verbales a su exesposa, que tendemos a exagerarlo todo, diantres. Mejor aún es recordar a los mallorquines que en julio y agosto no podemos pretender ir a la playa tranquilamente porque está vendida a los turistas y debemos trabajar y no pensar en ocio y demás mamahuevadas. Bueno, ellos sí porque son los buenos, los que según Ayuso han nacido en el lado bueno de la historia. Pero los demás, simple vulgo, únicamente suman votos y para de contar.