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Dice Armengol que los anuncios de Prohens sobre la necesidad de poner coto al número de turistas que nos visitan constituyen una pantomima. La segunda acepción del término, a la que se refiere la inquera, es, según la RAE, la de farsa o fingimiento, es decir, simulación.

Manda narices que quien ha comandado durante ocho largos años el Govern menos efectivo de nuestra historia democrática en materia de vivienda, urbanismo y lucha contra la saturación, acuse al adversario -que ni siquiera acumula su primer año de mandato- de fingir, cuando apenas acaba de adoptar las primeras medidas y anunciar la realización de estudios en los que basar los siguientes pasos.

Porque Armengol, a tenor de sus promesas, tenía que haber construido miles de viviendas para jóvenes y clases trabajadoras, luchado contra el urbanismo ilegal y la oferta turística clandestina, y poner coto al desmadre de la llegada masiva de turistas que, al tiempo que engrosaban las arcas públicas y algunas privadas, acababan -quién sabe si para siempre- con nuestro secular modo de vida. ¿Cuál es el balance de sus dos legislaturas en estas materias? Pues nada, o, siendo generosos, muy poquito.

Cuando habla de pantomimas, Armengol sabe perfectamente a qué se refiere.

Hablando de simulacros, otro socialista, el alcalde de Pollença, Martí March, sin previo debate social y de rondón -al más puro estilo sanchista-, ha modificado la reglamentación de la fiesta de Moros i Cristians para dar paso a «la igualdad y la inclusividad», de manera que el papel de Joan Mas, Dragut o los miembros del Ajuntament Vella puedan ser desempeñados en adelante igualmente por hombres o mujeres.

Nuestra tontuna colectiva parece no tener límites. Si en Pollença hubiera una amplia controversia al respecto, se entendería que el Ayuntamiento hubiese tomado postura. Pero aquí se trata de algo bien distinto, consistente en crear de la nada una polémica para parecer muy progre a tres días de unas elecciones.

Durante más de diez años, mis amigos pollencins me han invitado a participar ataviado de cristià en esta singular fiesta, probablemente la única de Mallorca -con permiso de los sollerics- mínimamente comparable, en cuanto a ritos y reglamentación, a las vistosas celebraciones menorquinas. La participación activa de las mujeres en el simulacro era, claro, minoritaria, salvo por los centenares de pollencines que, ataviadas con su vestit de dormir, presenciaban el combate. Aunque nadie duda que el simulacro tiene mucho de representación teatral, lo cierto es que se trataba de mantener una cierta fidelidad histórica con los hechos acaecidos el 31 de mayo de 1550, y los pollencins se toman todo esto muy en serio. ¿Puede una mujer interpretar un papel masculino? Sin duda alguna. Pero, por esa misma razón, imagino que la dama de los cossiers podrá ser a partir de ahora un tío con barba y barriga cervecera y que alguno incluso se animará a calzarse un camisón de lino para ver a su pareja combatir contra los o las piratas.

Lo que me pregunto es en qué medida estas bobadas contribuyen a la «igualdad e inclusividad», como afirma pomposamente el concejal Mateu Tugores y, sobre todo, si esa inclusividad es únicamente patrimonio de las féminas. Mare de Déu dels Àngels, assistiu-mos!