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A quienes nos gusta la historia estamos familiarizados con términos como el Joven Dryas o la Pequeña Edad del Hielo, que describen períodos del pasado en los que Europa quedó sepultada en un cambio climático que congeló la vida. El primero ocurrió cuando nuestros antepasados habitaban las cavernas, se estima que llegó en apenas unos años y estableció temperaturas unos quince grados más frías que las actuales. Se prolongó durante unos mil trescientos años y a su fin tuvo lugar la explosión neolítica que convirtió la sociedad humana en lo que conocemos hoy. La segunda se produjo al final de la Edad Media y duró hasta el siglo XIX. Ambas, lógicamente, fueron fenómenos naturales y los expertos creen que entre las dos la vida en Europa transcurría a 1,5 grados más que ahora. El mismo límite que ponen los gurús del calentamiento global para hablar de colapso. Durante esa glaciación moderna se describieron heladas, nevadas, inundaciones, sequías, lluvias torrenciales y tormentas en el mar, que produjeron tremendos daños materiales y humanos. A partir de 1850 el clima empezó a calentarse de nuevo y desde entonces todos sabemos lo que ha ocurrido. El chiste está en que ahora que sufrimos por el calor rampante, los científicos alertan sobre la posibilidad -dicen que muy cierta- de que esa edad del hielo regrese. ¿No era que nos íbamos a asfixiar de calor? ¡Pues parece que todo lo contrario! Sea como sea, el caso es que vaticinan un cambio drástico y repentino provocado por la circulación de las corrientes marinas en el Atlántico y que haría de la vida en Europa un infierno. Y lo más divertido -por no decir siniestro- es que ya le ponen fecha: entre 2025 y 2095. En fin, el caso es passar una penada.