El inicio de la temporada turística, a pesar de la polémica desatada en las últimas semanas, es un hecho y la gran mayoría de trabajadores del sector ya aplica sus conocimientos de alemán para poder atender a los teutones que un año más nos visitarán. A buen seguro, muchos profesionales habrán aprovechado el parón invernal para aumentar o refrescar sus conocimientos de esta lengua en academias o escuelas de idiomas. Lo que probablemente no sepan quienes se enfrentan al reto de aprender alemán es lo que los propios germanos dicen sobre su lengua: Deutsche Sprache, schwere Sprache (lengua alemana, lengua difícil). Quien sí lo sabía era el escritor norteamericano Mark Twain que en el año 1880 publicó un divertido y satírico ensayo titulado The Awful German Language. En este delicioso texto el escritor analiza con humor la lengua alemana para llegar a la conclusión de que se trata de una lengua difícil y poco agradecida con aquel que se interese por aprenderla.
Una conclusión a la que muchos mallorquines han llegado sin haber tenido que recurrir a estudios, ensayos o encuestas. ¿Quién no conoce a alguien que no haya sufrido o esté sufriendo para aprender alemán? ¿Quién no ha abandonado, tras ímprobos esfuerzos, el aprendizaje de esta lengua? Lo cierto es que aprender alemán ni es fácil ni se nos da muy bien, especialmente si tenemos lenguas románicas como lengua materna. La lengua alemana obliga a declinar y a aprender géneros nuevos cuya lógica nos puede llegar a chocar. ¿A qué usted no sabía que la luna es masculina? ¿El sol femenino? Pues sí, para un alemán es así. Además, se requiere de un gran oído para pronunciar de forma inteligible la gran cantidad de consonantes que se acumulan de manera prodigiosa y en ocasiones incomprensible para nosotros. Y no hablemos de las preposiciones. Ni del orden sintáctico. Ni de los verbos separables. Ni de…
De hecho, toda lengua extranjera es difícil de aprender y no digamos ya de dominar. Hasta hace muy poco nos hubiera quedado la resignación y el sacrificio como modo de encarar el problema y aquí se hubiera acabado este modesto texto. Pero para eso se ha desarrollado la inteligencia artificial. En un futuro, que ya está aquí, no hará falta plantearse nada de lo escrito anteriormente. El GPT-4o nos permite en la actualidad traducir en fracciones de segundo y con la perfección de un nativo culto. Y sin esfuerzo alguno por nuestra parte. En un futuro, que aún no está aquí, tal vez se nos implante un chip en el cerebro con los idiomas previamente solicitados. Suena a ciencia ficción de teleserie barata de las que se emiten en agosto, pero no olvide que en los años ochenta nos parecía alucinante poder hablar dentro de un coche con una pantalla integrada o usar un reloj de pulsera como teléfono, prodigios tecnológicos que entonces solo estaban al alcance de Michael Knight y su fantástico Pontiac Firebird Trans-Am V8.
Por tanto, que no cunda el pánico. Se acabaron los esfuerzos, la reflexión, los desafíos y la satisfacción de luchar y volver a luchar para obtener una recompensa. Nuestro nivel cognitivo y nuestra capacidad de raciocinio descenderán a límites abisales. Como ya habrá intuido, yo pertenezco al bando catastrofista, al bando que no confía en la dependencia de tanta tecnología, pero ese es un tema para otro artículo. De momento, nos podemos consolar pensando que Mark Twain ya sabía que el alemán era, es y será imposible. Con o sin tecnología.
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