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Ay, las personas elegantes cuando les tocas un poquito las narices. El impecable Gabriel Le Senne ha mostrado su verdadera cara. Es fácil fingirse bien educado, vestir correctamente y aparentar que estás por encima del bien y del mal. Es una técnica que la gente bien domina desde la cuna. Pero son humanos también, claro. Y eso que él llama «neutralidad» en realidad es un feo y autoritario «tienes que hacer lo que yo diga». Un clásico del macho, de la derecha y de los franquistas. El asunto se resume así: el pleno del Parlament balear debate la derogación de la ley de memoria histórica y dos diputadas socialistas muestran imágenes de mujeres que fueron asesinadas durante la Guerra Civil por el sencillo hecho de ser comunistas. El presidente de la institución, que osa llamarse a sí mismo «libertario» (los verdaderos libertarios se remueven en sus tumbas) les conmina a esconder esas fotos. Otro clásico de franquistas nostálgicos de la dictadura: ocultar la realidad, correr un tupido velo, negar los hechos que les salpican. Para ellos, eso no es historia, sino manipulación por parte del rojerío, que pretende echarles sobre los hombros cientos, miles de asesinatos, violaciones, torturas, robos e injusticias de todo tipo. Claro, así es fácil parecer elegante. Lo malo es que el pasado es el que es, más allá de lo que pretendan manipularlo unos y otros. Ahí están los cadáveres -incluso un niño de 12 años con un tiro en la cabeza apareció en la fosa común de Víznar, en Granada-, los testigos, el dolor y el miedo que arrastran todavía las familias. Al final, incapaz de dominarse, acabó por arrancar las dichosas fotos que le molestaban y echar a las diputadas rebeldes. Ahí sigue, el tic autoritario.