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Bueno, pues aunque muchos pensemos que ahora ya siempre es verano, según el Observatorio Astronómico Nacional, el verano de verdad, el oficial, empezó el jueves pasado, día 20 de junio a las 22.51 horas, que fue el solsticio de verano, y durará nada menos que 93 días y 16 horas, hasta el 22 de septiembre, aunque extraoficial y climatológicamente, esas 16 horas que ya intuyo insufribles, pueden prolongarse hasta la Navidad. Además, y para confirmar lo dicho, ayer fue la célebre noche de san Juan, que es como la piedra Rosetta del verano, y que nos permite descifrarlo en tanto que fenómeno literario. Porque eso del verano, aunque con el desastre climático ya no sea una excepción sino la norma, y un gran negocio en ciertos sitios (aquí, sin ir más lejos), no es cosa de la naturaleza, ni de la economía española, sino un invento literario y cinematográfico, paralelo al invento de la infancia. Los escritores llevan siglos contándonos sus inolvidables veranos infantiles y juveniles, y el número de pelis veraniegas, o en cuyo título aparece la palabra verano, es asombroso. Verano y humo, Un verano con Mónica, Verano del 42, A pleno sol (que he usado como título), etc. De repente, el último verano es una peli de locos, donde sólo se entendía a Liz Taylor con un bañador blanco, y para qué más. Yo me di cuenta de que jamás sería un buen escritor, al no recordar ningún verano glorioso de la infancia, ni ninguna Liz Taylor en cuyo bañador destacaban los misterios de la vida y de la muerte, ni atardeceres dorados, ni noches estrelladas junto al mar. Tampoco sentía esas oleadas de inspiración poética a 35º propias de los grandes escritores. El verano, ese gran género literario, no es lo mío, ni siquiera cuando en el año 56 vi en la playa de Benidorm a la radiante rubia Sylvia Plath, recién casada y tumbada boca abajo en una toalla azul. La verdad es que ni me fijé, y aunque sólo tenía 6 años, si a esa edad no te fascina el trasero de Sylvia Plath, es que Dios no te ha llamado para la literatura. En fin, se me ha ido un poco la olla, normal en verano. La cuestión es si cuando todo el año sea verano, se podrá mantener a pleno sol esta euforia estival y metafórica, y los narradores nos seguirán contando sus líricos veranos en un verano eterno. Sí, porqué no. Con más razón.