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El día está lleno de pequeños momentos. Como levantarse de la cama un día de no hacer nada y empezar a caminar. Esa frase, la de levantarse de la cama un día de no hacer nada y empezar a caminar, es de una vieja canción de Labordeta. Se titula ‘A callejear’. Lo bueno de los pequeños momentos, ya sea un día de no hacer nada, un día de curro o uno que estés de vacaciones (si perteneces al grupo que sabe qué son las vacaciones) es que están llenos de pequeñas victorias. Y si acompaña el sol como estos días, de colores. Hasta en los balcones de las fachadas, también de las instituciones, han colgado estos días banderas de colores. Son los colores del Arcoíris (no puedo decir o escribir arcoíris sin recordar Somewhere over the rainbow, de Kamakawiwo, y que eso me lleve a Tomeu) pero es que puedes ver colores en todas partes. No hay como pararse, o mejor pararse y entrar, a esa frutería con todos los colores que puedas imaginar. El día está lleno de pequeños momentos que no pasarán a la historia (que te equivoques al subir un bus y te lleve por una ruta no prevista, ejemplo) y de noticias que no llevarán los periódicos y que, por suerte, no se harán nunca ‘virales’, esa detestable expresión de las redes tan fácil de relacionar con infección. Todavía estás a tiempo de despertar con Primer Movimiento, que es un programa de Radio Clásica. Otras de estas cosas que ocurren estos días y que probablemente no interesarán a mucha gente es que esta es la última semana de la programación habitual de esa emisora y que el lunes arranca la de verano. Hay demasiada gente pegada al móvil cuando un acto revolucionario sería reducirlo a teléfono. Y si ahora no se puede, lo que sí se puede es tomar pequeñas precauciones, como desactivar los datos móviles mientras vas callejeando. Está acabando junio. Que el bosque no te impida ver los árboles. Ni los colores. Como los del Arcoíris.