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Isabel Díaz Ayuso acaba de comentar en una entrevista su experiencia al perder el hijo que esperaba el año pasado. Si bien cada uno, especialmente en estos temas sensibles, es muy libre de sentir lo que desee y de interpretar la realidad como quiera, la presidenta madrileña dice cosas un poquito sacadas del tiesto. Para empezar, tiene 45 años, por lo que en el momento de quedar embarazada debía ser consciente de los altísimos riesgos que conllevaba la intentona de ser madre a esa edad. Quizá el instinto maternal se le despertó muy tarde o nunca tuvo en su juventud oportunidad de intentarlo, eso es cosa suya. Pero yo le habría recomendado hacerlo antes. Todas las mujeres sabemos que la ventana para la maternidad es muy corta, de unos diez años, aunque nos cuenten otros cuentos. Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención es que considere que ha sido madre. El aborto lo sufrió a las ocho semanas, cuando el embrión mide un centímetro y medio y pesa tres gramos. Cuando le faltaban dos reglas. Es decir, que prácticamente ni se había enterado del embarazo. Y está bien, es correcto querer creer que la maternidad es eso, la ilusión, los proyectos, ponerle nombre y fantasear con el día en que dé sus primeros pasos o pronuncie la palabra «mamá» por primera vez. También eso forma parte del proceso, aunque yo no lo llamaría «ser madre». Y lo digo por experiencia. Soy madre de dos hijas y también he sufrido un aborto a las pocas semanas de embarazo. Y es un palo, claro que sí, pero nada más. Lo de ser madre es tirar para adelante con dos personitas a tu cargo, sorteando toda clase de obstáculos, con mil preocupaciones que ni sospechabas que podían existir y verlas crecer, con sus luces y sus sombras.