Los escritores, cuando se reúnen a manteles, suelen entretenerse mucho discutiendo sobre quién de ellos pasará a la posteridad y quién no; hay risas y bromas, ambiente distendido con detalles de erudición literaria, y los tragos tienen el sabor dulzón de la fama póstuma, el favorito del gremio por su parecido al de la inmortalidad. Pasar a la historia es bastante difícil, tienes que hacer cosas muy meritorias, o muy desagradables, mientras que pasar a la posteridad es más sencillo, y muchos creen que basta escribir montones de páginas, y cenar a menudo con otros escritores, para conseguirlo con un 19 % de posibilidades, porcentaje que no está mal para tan quimérico empeño. De ahí que la tal posteridad sea un asunto literario, y de relaciones sociales. Además de mercantil, como casi todo. No es que otro tipo de artistas, digamos músicos, pintores y cineastas, no estén capacitados para alcanzar ese ansiado y vago estatus posterior, pero para ello tienen que lograr que muchos escriban de ellos, en vida a ser posible, por lo que la famosa posteridad sigue siendo cuestión de literatura.
La posteridad
Palma01/07/24 0:30
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També quedarà ben reflectit el canvi cap a l'extrema dreta, la història ens veurà com els més inútils i manipulables